sábado, 5 de abril de 2008

Me cayó la maldición maracucha…

“Ojalá te mudeis!” Aquella maldición originaria del Zulia me cayó por décimo tercera vez. Hace unas noches saqué la cuenta. Me he mudado trece veces en toda mi vida: Primero me fui a estudiar a la universidad; pero no pasé del propedéutico y regresé a casa de mis padres. Luego me fui a la UDO en Margarita y me alojaron mis tíos en Porlamar. Pasado un tiempo me fui a un apartamento en la Asunción, me gradué y entonces me regresé a casa de mis padres. Luego me fui a estudiar otra vez. Recién llegada a Caracas como la mujer de ACUDE con un anuncio bajo el brazo y dos maletas. Alquilé una habitación en Chacao, pero una noche a los tres meses me peleé con la casera :S y me sacaron Reina y Habib como fugitivo con mi perolera al tipo estudio de 35m2 de Mercedes y Luis. En tan pequeño espacio era imposible vivir los tres. Entonces pedí morada en casa de Jomary en los Teques, que dulcemente me recibió un trimestre; pero que va! dos horas diarias de tráfico!, era como viajar todos los días de Puerto Ordaz a Maturín… y regresar!. El lado bueno era que en el camino nos daba tiempo de desayunar, maquillarnos y leernos el material que discutiríamos en la clase. Luego Susana me consiguió una habitación en casa de su vecina en Lomas de Bello Monte. Mi habitación daba al jardín de la casa. Que linda vista y que amigos tan interesantes los de la casera, mi muy cariñosamente recordada señora Marianne. Viviamos tres y hasta cuatro inquilinos, cada uno en lo suyo pero como una hermandad. Ahí pasé la fiesta de carnaval más memorable de mi vida. Tiempo después, antes de tener que salir como fugitiva me fui un mes a casa de Madeline en La California, mientras conseguía algo más estable. Entonces por fín me topé con Karla que además de tremenda casera, era excelente compañera de apartamento, y así nos hicimos grandes amigas. Por fín había encontrado un lugar estable, pero entonces luego de un año me atrapó Andreas y me fui a Suecia, donde sus padres nos cedieron espacio en su casa. El paisaje espectacular, pero muy poco sol para una margariteña como yo, así que nos vinimos para Caracas, donde empezamos alquilando un apartamentito en Los Palos Grandes. La ubicación nos encantaba, pero nos lo pidieron al cumplirse el año. Entonces nos mudamos al anexo en Altamira donde fuimos felices salvo las fiestas a todo trapo y a todo volumen que hacían los vecinos de La Chapaleta.

Y ahora por fín tenemos nuestro primer hogar nuestro de nosotros, de donde espero no mudarme al menos en los próximos cinco años, que a la décimo cuarta va la vencida y si me toca mudarme, les avisaré de la venta de garage porque lo que pienso llevarme es NADA!

Pero ¿Saben que es peor que la maldición maracucha? La maldición española: “Ojalá te mudeis en plena remodelación!” Así es, nos mudamos al mismo tiempo que remodelamos.

Ante menuda maldición, me consuelo con la bendición de mi mamá: “Da gracias a Dios, hija, que tienes a donde mudarte!”