lunes, 20 de junio de 2011

Artículo en el diario El Mundo de Venezuela

Estoy orgullosa de compartir artículo que redacté para la columna del centro de emprendedores del IESA. El contenido completo a continuación. Para la publicación se editó una versión corta del mismo.

Apoyo a mujeres emprendedoras de bajos recursos

Ante nuestra realidad social y económica, hace falta y queremos ver a más mujeres emprendedoras exitosas. Pero ya comprobado que la economía de bodega no suele generar riqueza, hace falta brindarles apoyo y herramientas para que echen a andar sus ideas de negocio y las consoliden con éxito. Me refiero a un apoyo bastante más contundente que las palabras del marido: “Échale pichón mi amor, que no hay tortas como las tuyas. Yo te doy dinero pa` que arranques!”

El apoyo para la independencia económica de la mujer, especialmente de bajos recursos, bajo nivel educativo y escasas fuentes de empleo, es un tema con alentadores ejemplos alrededor del mundo.

Nuestras mujeres están en sus casas, en las calles o en sus empleos con la cabeza en sus sueños; con sus modestos negocios ya en marcha, haciendo incansablemente almuerzos, collares, cortinas. Posiblemente poniendo el máximo empeño, pero sin entender que falta para hacer despegar sus negocios y su independencia económica.

Ellas están esperando, sin saberlo, que alguien las ayude a aprender algunas cosas y reaprender otras que en la práctica han asumido de manera rudimentaria, insuficiente y errática y que en términos más formales se entienden como flujo de caja, ROI, plan de negocio, estudios de mercado, evaluación de la demanda y la competencia, diferenciación, capacidad de producción, etc.

Si usted está familiarizado(a) con estos términos y quiere ser generador de cambios positivos en la sociedad en la que vive, salga a la calle a buscar a su mujer emprendedora. No se detenga hasta que haya acompañado hasta el éxito al menos a la primera mujer. Incluya en su guía de asesoría estimular el mejor entrenamiento posible para garantizar altos estándares de calidad y eficiencia en la producción. Y piense que apoyando a esa dama, contribuye con el sentimiento de logro tanto de ella como el suyo propio, y por añadidura pone su grano de arena para el bienestar de los que la rodean y las generaciones futuras. Es posible que esta manera de “ayudar” se le haga adictiva y sea contagiosa, pero ¿Quién no quiere un vicio cómo este?