domingo, 30 de enero de 2011

Al calor de las tres

Desde la comodidad de mi tristeza veo el atardecer a través de mi ventana.

El atardecer es sublimemente hermoso visto en la misma dirección que el sol alumbra. La luz baña al bosque de pinos, sus troncos largos, cilíndricos y rectos, las copas verdes, y en el distante suelo la nieve es tan blanca que parece azul.

Hacia el norte el sol brilla brevemente. Al calor de las tres la sombra comienza a oscurecer lentamente las copas de los árboles, los troncos… pero no a la nieve, ella nunca parece inmutarse.

Tocar fondo me despierta. Lamento que la rabia sea mi más potente motor, me consuela descubrirme reaccionando. Cubro las paredes de mis sueños. Los contemplo complacida. Me descubro entusiasmada.

Los minutos pasan, el atardecer da paso al ocaso, la luz se intensifica, pinta de fuego… pinta de rosado… se debilita, pinta de blanco azulado… pinta de gris… pinta de noche.

Desde la comodidad de mi tristeza disfruto el calor de la noche. Intento ayudarme con una sonrisa forjada, una taza de té y helado. Mi motor revela mi humanidad y es a la vez mi mejor aliado.

Montemos nuestra propia revolución

No se me olvida de lo que vengo huyendo, ni lo que vine a buscar y encuentro. Pero Dios! Como extraño un cachito en la panadería, unos pastelitos de queso, una arepita de maíz pilao, una carne en vara con cachapa y queso de mano, un día de sol sobre la arena y a la orilla de la playa, una patilla bien fría y un mango de bocado; mi red de contactos y a mis amigas de toda la vida, para compartir secretos y sueños…

A ver cuando, mi gente, terminamos de cansarnos y montamos nuestra propia revolución, para ganar el terreno que, seamos sinceros, nunca hemos poseído, pero que tanto nos merecemos; que como toda genuina revolución se teja en redes suburbanas y desde adentro. Una revolución de talento e inteligencia que se gane al hambre y la ignorancia y supere a los cándidos, a la economía de taguara y a la miserable ambición de poder y fama…

Ahora entiendo la frustración y el lamento de tantos exiliados del pasado.

A ver cuando, mi gente, para que al fin tengamos la libertad de tener TODO lo que se necesita para vivir felices en el lugar, con el trabajo y el bienestar que libremente escojamos.

martes, 25 de enero de 2011

Qué es lo más tonto que has hecho?

Yo? Guardar un cambur en un bolsillo de mi abrigo, el bolsillo frontal a la altura de la cadera.

Te imaginarás como quedó el cambur y como quedó el bolsillo luego de haberme sentado. Abrigo con aroma y papilla de cambur de desayuno.

miércoles, 12 de enero de 2011

“El Sistema” en Suecia

Estoy acabando de ver un programa en la tele sobre el trabajo de Gustavo Dudamel con la Orquesta de Gotemburgo y la implementación de “El Sistema” en una comunidad en Suecia.

No tengo que decir lo orgullosa, feliz y emocionada que me sentí durante todo el programa. Ahora estoy loca porque “El Sistema” llegue a Estocolmo para meter a mis chamos.

Llevo cuatro meses viendo cotidianamente en las calles, en los medios, en mi edificio, en la gente como acá se hacen tan bien las cosas; haciendo comparaciones entre Venezuela y Suecia, en las que siempre mi Venezuela termina con las tablas en la cabeza. Hasta que por fín vienen hoy Dudamel, el maestro Abreu y todo “El Sistema” a callarme la boca.

Y cuando un embajador venezolano de la talla de estos músicos se presentan en prime time en la televisión de un país desarrollado, derrochando talento y dejándole la quijada en el piso a más de un colega sueco, no hay más que contagiarse, echarle pichón y claro está sentirse orgulloso, porque: Ese caballero y "El Sistema" son compatriotas míos.

Dato para mis amigos venezolanos: cuando quieras una píldora de entusiasmo y esperanza por el futuro del país, googlea "El Sistema". Yo lo probé en el google sueco y me salieron 139 millones de resultados y todos en la primera página se refieren a "El Sistema".


Dato para mis amigos y amigas que están pensando o están ya atravesando fronteras y le temen a los idiomas, les doy el dato, el inglés de Dudamel es bastante tarzaneado, y el sueco nunca lo escuché durante el programa. Pero a quien le importa su inglés cuando es tan bárbaro en lo suyo! Hasta el colega más pintado recibe sus instrucciones con suprema atención, visto por mis propios ojos en el programa de hoy. Así que no se frenen por aquello de que “es que yo soy malísima en inglés!”