miércoles, 28 de mayo de 2008

Un poco de Freud y el comunismo

Tengo seis, siete semanas tratando de leer y digerir los planteamientos de Sigmund Freud en "El malestar en la cultura"; un libro publicado por primera vez en 1970, pero de lo más vigente en el siglo veintiuno. Confieso que en todo este tiempo, no sólo por lo compleja de mi vida últimamente, sino también por lo duro de la lectura, no he pasado de la página sesenta. Pero vaya que sesenta páginas! Como dicen por ahí, no tienen desperdicio! Por ahora y creo que así será a lo largo del libro, leo como Freud teje la evolución del ser primitivo dando paso al ser humano con la evolución de la cultura.
En esa evolución Freud habla de la felicidad, de la agresividad humana y de la maldad. . . Sobre esto último plantea:
"Los comunistas creen haber descubierto el camino hacia la redención del mal... Si se aboliera la propiedad privada, si se hicieran comunes todos los bienes, dejando que todos participaran de su provecho, desaparecería la malquerencia y la hostilidad entre los seres humanos. Dado que todas las necesidades quedarían satisfechas, nadie tendría motivo de ver en el prójimo a un enemigo; todos se plegarían de buen grado a la necesidad del trabajo... puedo reconocer como vana ilusión su hipótesis psicológica"
Me es inevitable relacionar esta palabras con mi realidad inmediata, trato de imaginarme a los venezolanos compartiendo generosa y respetuosamente, por ejemplo, una siembra pública de papas y lo primero que me viene a la cabeza es un JA! y luego la imagen de unos cuantos que escapan corriendo con papas en sacos, en bolsas, entre sus camisas y franelas...
Me cuesta imaginar máxima felicidad colectiva, paz y amor entre 26 millones de personas. Me cuesta imaginar a 26 millones de personas sin excepción decididas a trabajar y ser productivas. Al menos hoy me cuesta imaginar a 26 millones de personas viendo en los otros no más que a hermanos, amigos y aliados.
Tal vez mañana pueda imaginarlo y entonces actuar en consecuencia, brindando sonrisas y buenos modales a mi paso, sin importar con que se me retribuyen cuando transito las calles, el metro y los autobuses de la ciudad. Pero esto es harina de otro costal

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