domingo, 23 de marzo de 2008

Tengo una amiga…

Tengo una amiga que “recibe la ayuda” de una señora de limpieza dos veces a la semana. Mi amiga ya tiene más de seis meses con esa señora. Lo que más le gusta a mi amiga es que la señora es muy cumplida con la asistencia y no es tan “echa carro” como las anteriores, aunque la ha pillado leyendo revistas mientras las ordena, o viendo por la ventana esperando que sea tiempo de irse. Estas pequeñas nimiedades mi amiga ha decidido interpretarlas como consecuencias de ser tan rápida en su trabajo, que le permiten el gustillo de tomarse recesos. Esta señora además no escatima en levantar mesas, sillas y alfombras para dejar bien limpia la casa. A mi amiga también le gusta mucho que es una mujer emprendedora, como muchas mujeres de los barrios de Caracas y adyacencias, que tienen la valentía de echar adelante a sus hijos (de al menos dos hombres), levantar sus casas poco a poco, cumplir con el trabajo y además reunir los reales para celebrarles el carnaval, los cumpleaños, y el “niño Jesús” como sus hijos se lo merecen, con disfraces, decoración y regalos. La creatividad en estas mujeres es de admirar. Por eso es que dicen que no se les muere el muchacho en la barriga o con la boca abierta.
Esta señora que “ayuda” a mi amiga con la limpieza de su hogar, tiene un solo defecto. Tiene una capacidad impresionante para dañar las cosas. No hay olla, sartén o sandwichera con superficie de teflón que haya sobrevivido “lisa” a los embates cotidianos de la señora de limpieza. Las paletas de la cocina tienen roturas que cuesta imaginar como alguien con el simple uso puede lograr. El vaso de la licuadora, luego de haber sobrevivido dos años milagrosamente sin ninguna huella, de repente bota agua por el fondo ¿Cómo puede hacer alguien para que sin roturas visibles se haga un espacio entre las cuchillas??? También la plancha, luego de haber sido usada exclusivamente por mi amiga semanalmente… bueno, digamos que a veces mensualmente; de repente tiene la carcaza descuadrada. EL esposo de mi amiga sospecha que a la señora de servicio se le cayó. Asimismo de repente uno de los pantalones favoritos de mi amiga, tiene la marca irrefutable de la plancha en una de las botas. Así como de repente las esquinas de las mesitas de centro en la sala tienen abolladuras…Mi amiga se enoja mucho cada vez que descubre un nuevo daño en su hogar. Le parece inconcebible que las cosas puedan ser tratadas tan salvajemente como para dañarlas. No se imagina como lucen los objetos utilitarios y decorativos en la casa de la señora que la “ayuda”, todos abollados, rotos, parchados… Pero por encima de eso, mi amiga no concibe la vida teniendo que hacer todo el trabajo de la casa ella misma. Mi amiga prefiere dedicar ese tiempo a otras cosas más rentables como trabajar en su profesión y atender y compartir con su familia. Y en cuanto a los daños en su casa, mi amiga ha decidido interpretar estos daños menores como producto de la gran fuerza física que tiene la señora de limpieza, la cual emplea en limpiar todos los rincones de su hogar sin escatimar esfuerzos.