domingo, 30 de enero de 2011

Montemos nuestra propia revolución

No se me olvida de lo que vengo huyendo, ni lo que vine a buscar y encuentro. Pero Dios! Como extraño un cachito en la panadería, unos pastelitos de queso, una arepita de maíz pilao, una carne en vara con cachapa y queso de mano, un día de sol sobre la arena y a la orilla de la playa, una patilla bien fría y un mango de bocado; mi red de contactos y a mis amigas de toda la vida, para compartir secretos y sueños…

A ver cuando, mi gente, terminamos de cansarnos y montamos nuestra propia revolución, para ganar el terreno que, seamos sinceros, nunca hemos poseído, pero que tanto nos merecemos; que como toda genuina revolución se teja en redes suburbanas y desde adentro. Una revolución de talento e inteligencia que se gane al hambre y la ignorancia y supere a los cándidos, a la economía de taguara y a la miserable ambición de poder y fama…

Ahora entiendo la frustración y el lamento de tantos exiliados del pasado.

A ver cuando, mi gente, para que al fin tengamos la libertad de tener TODO lo que se necesita para vivir felices en el lugar, con el trabajo y el bienestar que libremente escojamos.