domingo, 30 de enero de 2011

Al calor de las tres

Desde la comodidad de mi tristeza veo el atardecer a través de mi ventana.

El atardecer es sublimemente hermoso visto en la misma dirección que el sol alumbra. La luz baña al bosque de pinos, sus troncos largos, cilíndricos y rectos, las copas verdes, y en el distante suelo la nieve es tan blanca que parece azul.

Hacia el norte el sol brilla brevemente. Al calor de las tres la sombra comienza a oscurecer lentamente las copas de los árboles, los troncos… pero no a la nieve, ella nunca parece inmutarse.

Tocar fondo me despierta. Lamento que la rabia sea mi más potente motor, me consuela descubrirme reaccionando. Cubro las paredes de mis sueños. Los contemplo complacida. Me descubro entusiasmada.

Los minutos pasan, el atardecer da paso al ocaso, la luz se intensifica, pinta de fuego… pinta de rosado… se debilita, pinta de blanco azulado… pinta de gris… pinta de noche.

Desde la comodidad de mi tristeza disfruto el calor de la noche. Intento ayudarme con una sonrisa forjada, una taza de té y helado. Mi motor revela mi humanidad y es a la vez mi mejor aliado.

1 comentario:

Consultor dijo...

Puedes comer helado hasta que lentamente la sonrisa forjada se convierta en una espontánea...