viernes, 17 de septiembre de 2010

Tomando distancia

Mis amigos en Margarita están protestando por los fallos en el servicio de Corpoelec. Otros amigos en Puerto Ordaz lamentan el fatal accidente aéreo de Conviasa.

Quedarse sin el servicio de electricidad, avisando o sin avisar, incomoda a cualquiera; es retroceder ¿150 años?. Morir o perder a alguien por un fallo aéreo es imperdonable.

Pero lo que más me pone a pensar de ambas situaciones son los comentarios de mis amigos. Algunos le echan la culpa al proveedor, otros al gobierno y otros a las personas con actitud pasiva que no exigen calidad de servicio.

¿Por qué tuvieron que perder la vida 17 personas en ese accidente y afectarse las vidas de los que sobreviven aún hospitalizados, de sus familiares, amigos y conocidos alrededor? ¿Por qué tiene medio millón de habitantes en una isla que incomodarse y ceñir su rutina doméstica y productiva a ciertos horarios de servicio de electricidad?

La respuesta a estas preguntas para mi sigue siendo la misma: Actitud. Desde el lider de Conviasa y de Corpoelec, hasta el más pequeño cliente de ambas organizaciones, sostienen una actitud equivocada. Mi amiga Edixa y yo hemos discutido ampliamente sobre la actitud en la vida, y hemos concluido que es la base de todo. Ser felices, ser exitosos, superar un obstáculo, progresar, todo en la vida es cuestión de actitud.

La historia de Venezuela nos pone a cuestas un lastre cultural complejo y rico, con muchas virtudes, pero también defectos como el conformismo y dependencia, que aún hoy en día nos mantiene mentalmente atados de manos. Muchos venezolanos creen que las mejoras, las desmejoras, hasta su propio destino depende de otros. Incluso algunos pueden pensar distinto pero actúan según el patrón aprendido.

Antes de la colonización, hasta hace medio siglo, con estirar la mano desde su chinchorro, el venezolano obtenía el mango o el cambur que le mantenía lo suficientemente alimentado para vivir tranquilamente sin mayores esfuerzos los 365 días del año. Luego, con la colonización se alteró abruptamente la estructura social, trayendo muchas mezclas de raza, que se resumieron más o menos en dos grupos: los “privilegiados” y los “explotados”.

Esta creencia todavía se mantiene prácticamente inalterada en nuestras mentes. Si perteneces al grupo de los explotados estás condenado a servir sin posibilidad de cambiar el status quo. Una creencia frustrante y apaciguadora a la a vez, dependiendo del tipo de persona que eres. Tener la responsabilidad del propio destino puede resultar intimidante para algunas personas. Y es además una lucha obstinada y agotadora en sociedades como la venezolana, donde representa luchar contra la corriente.

Aunque nos intimide la idea, nuestras vidas y nuestra sociedad están en nuestras manos. No desestimo la importancia de Dios en la vida de la gente para guiar, ayudar a llevar las cargas y encontrar aliento en situaciones difíciles. Yo misma me sorprendo algunas veces rezando o hablando con Dios y la Virgen en momentos de angustia o de profunda emoción.

Pero es en nuestras manos y en nuestras mentes que se encuentra la felicidad, el éxito o como le quieras llamar a tu misión de vida. Incluso los que nos quejamos de los otros habitantes que piensan distinto, tenemos el destino social en nuestras manos. Está en mi discutir y convencer a mis cercanos del camino correcto, con el ejemplo, con la acción, con la palabra, con lo que tengamos a mano.

Admiro y apoyo moralmente a mis amigos que se mantienen “en la lucha”, que convencen con la palabra, los hechos y el ejemplo a otros. Yo también quisiera creerme la heroína que se pone al frente de la batalla, que motiva y entusiasma a otros y contribuye a “derrotar al enemigo”.

Pero por los momentos considero que esto tiene un costo personal demasiado alto. Por eso no me atrevo a juzgar a otros que abandonan la pelea. Yo misma me he puesto a 9mil kilómetros de distancia del epicentro, sintiéndome una desertora para mis amigos pero sintiéndome una heroína para mis hijos, mi esposo y para mi destino.

A veces tomar distancia ayuda a ver las cosas en perspectiva. Ganar objetividad para analizar las cosas es bueno, o simplemente revisarse internamente.
Finalmente, te recomiendo leer el libro Outliers, de Malcolm Gladwell. En el dedica un capítulo entero para explicar las causas de los accidentes aéreos y plena el libro de ejemplos para argumentar el poder del entorno, la huella cultural y las circunstancias para definir el porvenir de la gente. Sin dejar de reconocer la importancia de la actitud y aptitudes desarrolladas por personas consideradas triunfadoras como Bill Gates.

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