“Anna Kupke
es crítica ante la visión de muchos alemanes del este sobre su historia, ante el hecho de que
no pueden combinar los buenos recuerdos de su infancia con la crítica a un
sistema equivocado. No entienden que se trata de ambos, no uno o lo otro.”
Anna Kupke
es historiadora y la cita anterior es una traducción libre mía de un artículo firmado
por Ingrid Brekke, publicado en el diario SvD de hoy.
Alemania
tiene muchas etiquetas en mi cabeza, sazonadas por un antiguo interés por el
idioma, contacto con turistas alemanes en Margarita en los 90s, unos cuantos familiares y
amigos cuyas vidas cambiaron radicalmente producto de la II guerra mundial y una
reciente visita a Berlín.
Alemania, y
cuando escribo Alemania me refiero más bien a los alemanes, se me hace aún indescifrable.
Pero este tema de memoria selectiva en favor o en contra de un sistema se me
hace familiar y no tan distante.
No me
refiero tanto a reconocer fallas propias o aciertos ajenos, sino más bien a
reconocer realidades que son complejas, con muchas más partes que dos, la mía que
se me hace obvia y también la de todos aquellos que me cuesta comprender porque
son tan distintas a la mía.
No es lo
mismo haber tenido el privilegio de haber crecido en un hogar y haber ido a la
universidad que haber crecido en un rancho con piso de tierra. En estos casos la
llegada de una nevera puede tener significancias muy distintas.
A nosotros los
venezolanos nos falta mucho para cerrar esas brechas. Así que a quitarnos los
guantes de boxeo y ponernos las botas de seguridad, que lo que viene es trabajo
colectivo.
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