lunes, 15 de diciembre de 2008

Un sueño recurrente: Earthquake!

Últimamente tengo este sueño recurrente, que más que sueño se me presenta como guión de película. Lo sueño despierta cada mañana de lunes a viernes rodando en el metro de camino al trabajo.

Caracas es una ciudad proclive a los temblores. El terremoto de Caracas ocurrido el 29 de julio de 1967 dejo huella en la memoria de sus habitantes y en algunas de sus edificaciones. Vivo hace seis meses en un apartamento ubicado en una zona muy bien ubicada, pero también en una de las más fuertemente afectadas por ese terremoto. Algunos de mis vecinos me han contado como vieron derrumbarse y desaparecer en escombros a un edificio diagonal al nuestro.. Algunos astrólogos han anunciado un nuevo terremoto para 2008. Recientemente en algunas zonas de la ciudad se han dictado talleres y charlas de rescate para emergencias como esa. Todo esto y el reforzado temor a morir que me causó el hacerme madre, me han llevado a fantasear un poco...

Cada mañana que tomo el metro y tengo oportunidad de sentarme, recorro la misma película: inesperadamente empieza a temblar muy fuerte, algunos nos agachamos de inmediato, se va la luz, todos gritan, nos quedamos a oscuras. A eso le sigue un silencio sepulcral, poco a poco se ilumina el vagón en el que voy con pantallas de celulares y muy pocas linternas. Ni los ladrones se atreven a aprovechar la circunstancia, todos estamos aterrados, confundidos y paralizados. Surgen líderes espontáneamente, empiezan a proponer soluciones, hay que salir del vagón cuanto antes o nos quedaremos sin aire para respirar. Yo pienso en mi hijo en la guardería, en mi hijo en mi vientre y en mi marido. Tengo que salir del vagón y caminar por la caminería de mantenimiento o emergencia hasta la próxima estación del metro que tenga alguna salida despejada.

Escucho algunos quejidos, algunos heridos leves, otros con mucha sangre, otros... Había una viejita sentada a mi lado, en el metro siempre hay una persona de la tercera edad sentada a la vista. No se agachó oportunamente, murió en el acto. Los que tuvimos la suerte de agacharnos y no ser demolidos por el derrumbe o los golpes, empezamos a hacernos camino entre los escombros, también tropezamos con algunos cuerpos inertes. Intentamos romper algunas ventanas y puertas del vagón, vemos algo de movimiento en el vagón continuo. Poco a poco nos hacemos paso y salimos, caminamos en línea por el pasillo delgado dentro del túnel. Nuestra mayor esperanza es que el paso hasta la próxima estación no esté tapiado y que además haya alguna salida en esa estación, sino tendremos que caminar hasta que demos con alguna salida. Logro salir con otros, no tantos como íbamos en el vagón. La mayoría quedan atrás, algunos sin esperanza, otros ya ausentes... Pero a mi, mi hijo me da fuerzas, tengo que llegar a él, ayudarlo a salir, rescatarlo, llevarlo a casa.

Si mi película es una gringada, soy la heroína, salvo de la muerte a la viejita que venía sentada a mi lado en el vagón, los llevo a todos hasta la salida más cercana posible, llego hasta mi hijo, lo saco de su salón en la guardería y lo pongo a salvo.

Si por el contrario mi película es de cine no comercial y por ejemplo es escrita por Roberto Benigni (La vida es bella, 1997) lo más probable es que cuando mucho salve a mi hijo el de la guardería o muera en el intento de salvarme a mi misma.